Mi padre me acaba de echar la
bronca (y con razón) por no escribir, así que aquí estoy dándole a la tecla
mientras tomo un sorbo de vino tinto argentino.
Empezaré por el viaje de
autobús (u ómnibus, que es como lo llaman aquí) y dejaré el último tramo de
Buenos Aires a Ollie. Como buen mochilero que se precie, decidimos abordar los
casi 1.600 Km desde la capital a la Patagonia sobre ruedas. No sabíamos muy bien
qué esperar, pero lo cierto es que poca cosa se puede esperar de 24 horas de
encierro. Nos dedicamos a charlar, a jugar al póker, a mirar por la ventana y a
hacer fotos (que Ollie estaba con el guapo subido). Las primeras nueve horas
cruzamos la interminable llanura verde que es la Pampa argentina preguntándonos
cómo es posible que no haya ni una sola ondulación en el terreno. Con el alba
llegaron nuevas formas y colores, mucho más agreste, casi desértico. Por fin,
llegaron los Andes y sus lagos, pero para entonces estábamos casi como
anestesiados emocionalmente (¡es la única forma de sobrevivir un viaje tan
largo!) y todo lo que queríamos era una ducha.
Cuando llegamos a nuestro
alojamiento en Bariloche nos dimos cuenta en seguida de que habíamos dado con
una auténtica joya. La casa está hecha toda de madera y ubicada en un alto,
mirando al lago Nahuel Huapi, con los Andes de telón de fondo. La propiedad
está rodeada de jardines, establos y una huerta donde crecen unas frambuesas
del tamaño de mi dedo gordo del pie (¡Que es más bien grande y rechoncho!) y por
si esto fuera poco, Ariane, la dueña de la casa es encantadora. El domingo nos
llevó de cervezas con sus amigas, que son muy simpáticas también y este viernes
nos han invitado a probar un asado argentino con todos los vecinos. Nosotros
hemos prometido tortilla de patata. Espero que esté a la altura.
El lunes decidimos empezar con
la acción. Nos informamos en el Club Andino de las diferentes rutas de
senderismo y montaña, nos decantamos por el Cerro Campanario, por la cercanía y
porque nos habían dicho que la cumbre ofrecía unas preciosas vistas. Empezamos
el ascenso y en seguida nos dimos cuenta de por qué había un funicular ¡El
sendero era más empinado que las escaleras en la casa de Simon en Ámsterdam!
(donde, creedme, las escaleras son casi verticales). No nos achicamos, de hecho
nos picamos con los que iban por delante y una vez que les sobrepasamos,
aceleramos el ritmo aún más, parando sólo cuando nos faltaba el resuello.
Durante el ascenso no conseguimos ver nada más que árboles, ya que la
vegetación era muy tupida, lo que creemos jugó un papel importante en la
sensación que nos causaron las vistas una vez llegamos a la cima, especialmente
a mí, que me impresionaron tanto que se me saltaron las lágrimas.
No sé muy bien explicar lo que
sentí. Era una mezcla de emoción y humildad ante la imponente belleza y
grandeza de lo que se extendía allá donde mirásemos. Nos sentimos muy
privilegiados de estar allí. Sacamos fotos, por supuesto, pero no le hacen
justicia en absoluto. Parece ser que la revista National Geographic considera
que ese cerro ofrece una de las siete mejores vistas del mundo. Durante la
bajada agradecí las enseñanzas de mi padre, sobre cómo colocar los pies y el
cuerpo en descensos empinados (¡gracias Papá!) y llegamos a la base súper
rápido. De ahí nos fuimos a darnos un chapuzón a una de las playas del lago
Nahuel Huapi. Terminamos el día tan cansados como felices, llenos de buenas
sensaciones.
Hoy nos volvimos a levantar
pronto, pues teníamos reservada una ruta en kayak por el lago Gutiérrez, que
tiene las aguas tan puras y cristalinas que son potables y hemos podido beber
de ellas usando nuestras manos. Ollie al mando del timón y yo marcando el ritmo
de remado, hemos navegado rodeados de montañas, algunas de las cuales son
parques naturales protegidos que sólo pueden ser vistos desde el lago, dado lo
escarpado de sus laderas. También hemos tenido tiempo de nadar un poco y de
charlar con otros compañeros de ruta e instructores. El más simpático de todos,
el conductor Quique, un indígena Mapuche que con gran orgullo nos ha contado
detalladamente las delicias gastronómicas de la zona y también las específicas
de su pueblo aborigen, haciendo que a todos en la furgoneta nos entrase un hambre
feroz.
Pongo las fotos todas juntas
más abajo (después de la traducción al inglés) para no ponerlas dos veces.
Cuando escriba Ollie, ya os contará a dónde vamos después de Bariloche, ¡que
aún lo tenemos por decidir!
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
My Dad has just told me off
(quite rightly!) for not having updated the blog this week, so here I am, hitting
the keyboard and sipping on a bit of red Argentinian wine.
I’ll start with the bus trip (and
leave the last leg of Buenos Aires to Ollie). So, like any old backpacker, we
decided to tackle the 1,600 Km between the capital and Patagonia on wheels. We didn’t
know what to expect but in all honesty, there isn’t much to be expected from 24
hours of confinement. We chatted, played poker, looked through the window (a
lot!) and took some photos (very pleased with Ollie’s portrait in B&W
below). The first nine hours we crossed the green and endlessly flat Pampa,
wondering how is it possible that the land doesn’t offer a single wave. At dawn
we saw the landscape change into different shapes and colours, very barren and
desert-like. At last the Andes and its lakes, but by then we were numb from the
journey and all that we wanted was a shower.
When we got to the house we were
staying at in Bariloche, we immediately realised we had hit gold. It’s all made
of wood located on higher ground overlooking the Nahuel Huapi lake, with the Andes
as a backdrop. The property is surrounded by greenery, stables and a garden
where you can pick raspberries the size of my big toe (which is rather large
and fatty!). And as if that wasn’t enough, our host Ariane is just lovely. On Sunday
she took us out with her friends to have a couple of beers and on Friday they
have invited us to have Asado (meats grilled in an Argentinian way) with some
other neighbours. We have promised Spanish omelette. I hope we fit the bill.
Monday we decided to start the
action. We went to the Andine Club to get some information about trekking routes
and we decided on the Cerro el Campanario to begin with. It was close-by and
also we had been told about the amazing views from the top. As soon as we begun
with the climb we understood why there was a cable car. The ascent was steeper
than the stairs in Simon’s house in Amsterdam! (Which is more like a ladder
than stairs). We didn’t falter. In fact we got competitive with the people in
front of us, so we raced past them, speeding up and only stopping when we were
out of breath. During the climb, we didn’t get to see much around us, as we
were in thick forest, which we believe played a part on the impact that the
views had on us once we reached the top. Especially on me! I was so awestruck
that tears came into my eyes.
I don’t really know how to explain what I felt.
It was a mixture of admiration and humbleness before the overwhelming beauty
and immensity that unfolded everywhere we looked. We felt deeply privileged to
be there. We took pictures, but of course they don’t do it justice. It seems the
National Geographic magazine rated the view from this peak as one of the best
seven in the world. As we were descending I felt lucky my Dad taught me when I was
little how to position my feet and body when going down a steep hill (thanks
Dad!) and so we reached the bottom fairly quickly. From there we went to swim
at one of the beaches in the lake Nahuel Huapi. We finished the day equally
tired and happy, filled with good sensations.
Today we got up early again, as
we had a kayak route booked in the lake Gutiérrez. This lake has water so pure
and pristine that it is wholesome and we drank from it with our own hands.
Ollie steering and me setting the paddling rhythm, we ploughed through
surrounded by mountains, some of which are protected spaces that can only be
seen from a kayak from the lake, due to the steep terrain. We also had time for
a swim and a chat with other fellow travellers and instructors. The nicest of
them all was the driver, Quique, a Mapuche indigenous that with great delight described
the wonders of the local gastronomy as well as the Mapuche typical dishes,
making us all in the van fiercely hungry!
Some photos below. Ollie will tell
you where we are going after Bariloche, as we haven’t made up our minds yet!
Ollie en el bus / Ollie in the bus
La potrilla que se asoma a nuestra ventana / A foal by our window
En lo alto / at the top
Un poco de vista / a bit of the view
La vista panorámica / the panoramic view
En el kayak / at the kayak
En una playita del lago Gutérrez / At a little bay in lake Gutiérrez
Oh! Qué pasada! Esas 24h de viaje han merecido la pena. Tu marido está mu, mu guapo. Vaya "fotaza" que te has "cascao". Eres una fotógrafa espectacular. Seguid disfrutando!
ReplyDeleteEspectacular!! Mi amigo Santi ya me había hablado de Bariloche. Las vistas tienen una pinta espectacular. Seguid dándonos envidia!
ReplyDelete