En el aire
Las leves turbulencias del avión nos llevan recordando las últimas 10 horas
que está hecho. Ya estamos de camino. Decidirlo fue una cuestión de minutos, llevarlo
a la práctica nos ha llevado un poco más de tiempo. Mentiríamos si dijéramos
que no hemos tenido momentos en los que hemos pensado “¿quién nos mandaría
meternos en semejante jaleo?”. Justo cuando nos habíamos asentado por completo
en nuestra preciosa casa, nos da por meter toda nuestra vida en cajas para ir
al otro lado del mundo…Porque lo cierto es que cuando uno es feliz resulta
difícil dar un giro así, pero nuestra amiga Kamila y unas cervezas polacas nos
ayudaron a entender que una aventura así era mejor iniciarla desde la felicidad
y que nunca estaríamos en mejor posición que ahora para hacerlo, que del mañana
nadie sabe nada.
Así que como decía antes, aquí estamos, en este avión de camino a Buenos
Aires, Ollie está a mi derecha escudriñando cada página de la Lonely Planet que
llevamos ignorando meses (¡nunca le había visto tan embelesado con un libro!),
con un peluche de Minnie como tercer acompañante, asomando desde los asientos
delanteros. De vez en cuando nos miramos el uno al otro con ojos sonrientes y
un poco incrédulos.
En Buenos Aires
Ha pasado un día desde que aterrizamos. Estábamos tan cansados que las
últimas 24 horas se han mezclado en una nebulosa de caras, sitios y siestas. De
las últimas tuvimos dos ayer, una nada más llegar por la mañana y otra después
de comer, ya que en el avión no conseguimos dormir apenas. A eso de las 6pm,
cuando ya nos sentíamos un poco más personas, nos fuimos paseando desde
Palermo, que es donde nos alojamos, hasta lo que los bonaerenses denominan el
Microcentro. La primera impresión que nos llevamos de Buenos Aires es que parece
una ciudad llena de contrastes con gente inmensamente amable y conductores
terriblemente impacientes, salpicada de edificios majestuosos cubiertos de una
pátina oscura, apretados entre bloques de pisos con fachadas desconchadas. Muchos,
muchos taxis en calles distribuidas en cuadrícula, lo que hace que sea
relativamente fácil orientarse.
Una de las cosas que más nos llamó la atención fue ver a gente mojando
cartones en las calles con manguera y metiendo el cartón empapado en sacos. Al
principio no entendíamos nada. Según fue cayendo la noche, vimos más y más
gente agrupándose alrededor de los contenedores, esparciendo su contenido en
las calles, separándolo en diferentes sacos y subiéndolo a camionetas más
viejas que la tos. Estaban clasificando diferentes materiales para reciclar. Algunas
de las personas haciendo esto parecían demasiado jóvenes o demasiado mayores para
estar haciendo ese trabajo. Cuando llegamos al hostal leímos en internet que a
estas personas se les conoce como los “cartoneros” y que es un medio de vida
que en la mitad de los casos no está regulado (sin contrato o prestaciones
sociales) y que lo practica la gente más pobre de la ciudad.
El hecho de que hay miles de trabajadores no legalizados parece ser sabido
y aceptado por el gobierno. Hemos encontrado este interesante documental, que
trata de este fenómeno social nacido de la necesidad y de cómo la falta de
regulación convierte esta necesaria y digna labor de los cartoneros (que en
muchos otros países es un oficio muy valorado) en un círculo vicioso de pobreza:
Días de cartón
In the air
The mild turbulences of the plane
in the last 10 hours kept on reminding us that it’s done. We are on our way. To
make the decision was a matter of minutes, to put it into practice took us a
little longer. We would be lying if we said we didn’t have moments in which we
thought “why the hell are we doing this?” Just when we had fully settled in our
new, lovely house we started putting our lives inside boxes again to go to the
other side of the world… and the fact is that it’s really hard to make such a
turn, but our friend Kamila and a few polish beers helped us to understand that
is better to start an adventure from a happy place and that we would never be
in a better position to do it than now, because of tomorrow no one knows
anything.
So, as I said before, here we
are, on this plane on our way to Buenos Aires. Ollie is on my right,
scrutinising every page of the Loney Planet guide we have been ignoring for months
(I have never seen his head so lost in a book!), with a Minnie mouse cuddly toy
appearing from the seats in front of us. Every now and then we look at each
other with smiley eyes, almost in disbelief.
In Buenos Aires
It’s been one day since we
landed. We were so tired that the last 24 hours have merged into a mist of
faces, places and siestas. Of the latter we had two yesterday. One as soon as
we arrived and another one after lunch, as we managed very little sleep on the
plane. Around 6pm, when we started feeling a bit more human, we went for a walk
from Palermo, where we are staying, to the Microcentro, which is the city
centre. Our first impressions were that Buenos Aires is a city full of
contrasts, with immensely kind people and terribly impatient drivers. It’s
littered with grand buildings covered in a dark, dusty film of polution,
squeezed between blocks of flats with run down facades. Many, many taxis in a
city designed in a grid fashion, which makes it relatively easy to navigate.
One of the things that really
caught our attention was when we first saw someone watering empty cardboard
boxes in the Street, to put them into builders’ bags. We couldn’t make sense of
it. As darkness fell we saw more and more people gathering around waste
containers, scattering their contents on the streets to separate it into
different bags and putting them into very, very old trucks. They were
segregating materials for recycling. Some of these people seemed either too
young or too old to be doing that job. When we got to our hostel we read on the
internet that these peoples are known as “los cartoneros” (the people of the
carboard) and that for thousands of poor people in the city it’s a
non-regulated profession (they don’t have contracts or social benefits). The
fact that these people are working in an unsafe and illegal manner seems to be
known and accepted by the government. We also found a very interesting
documentary that talks about this social phenomenon born from necessity and
about how the lack of regulation has turned this worthy and necessary job (a
very valued work in many countries) into a poverty trap: Días de cartón (subtitles in
English).
Me encanta leerte. Me quedo con ganas de más... Esperaremos impacientes hasta la próxima entrada. Disfrutad!
ReplyDeleteMuchisima suerte con este gran viaje que habeis comenzado. Siempre ha sido genial leerte. Disfrutad y sed felices que os lo mereceis!
ReplyDeleteJajajaja sigues igual que siempre con tu verborrea y tú fantantica manera de narrar, en este caso, vuestra increíble aventura. Os seguiré y me encantará conocer lugares nuevos desde vuestra experiencia. A disfrutar!!
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